En el Día del Padre, dos familias comparten más que un lazo familiar: el orgullo de estudiar una carrera técnica en SENATI, con compromiso, pasión y trabajo en equipo.
Existen historias que conmueven e inspiran. Este es el caso de Francisco Alonso Reyes y Julián Ferreyra Ku, dos hombres que sembraron en sus hijos y nieto el amor por la educación técnica, una oportunidad para construir un futuro sólido.
Francisco es padre de cuatro profesionales técnicos egresados de SENATI e instructor de la Escuela Textil de la institución. Hace décadas, cuando visitó por primera vez este centro de formación técnica siendo adolescente, quedó fascinado con la maquinaria, los talleres y la promesa de un futuro. Años después, logró graduarse en la carrera de Mecánica Textil, logrando consolidar el primer paso en su formación.
Inspiró a sus cuatro hijos a seguir sus pasos, pero cada uno con una especialidad distinta: diseño de máquinas, dibujo técnico, controles industriales y química textil. Todos estudiaron en la misma institución y hoy, se desempeñan en sectores clave cono la minería, energía, industria plástica y manufactura textil.
No se trató de una imposición, sino de inspiración: “Mis hijos veían cómo me desarrollaba profesionalmente y decidieron seguir esa ruta por convicción. Cada uno eligió su propio camino, pero todos coincidieron en SENATI. Con ellos nos entendemos, compartimos recuerdos, aprendemos unos de otros, y tenemos mucha gratitud por los valores que esta experiencia en común reforzó en nosotros: respeto, disciplina y compromiso”, afirma Francisco.
Además de compartir la misma formación, la familia ha trabajado junta en proyectos textiles y mantienen la costumbre de reunirse para hablar de tecnología, de la industria y sus recuerdos. Actualmente es instructor con casi medio siglo de experiencia en SENATI.
Una historia similar vive Julián Ferreyra Ku, electricista de máquinas de la primera promoción de egresados en Lambayeque, quien hoy comparte no solo anécdotas, sino también proyectos con su nieto Alexis Yokota Ferreyra. De niño, vio a su abuelo trabajar, fundar su propia empresa y compartir con cariño historias de sus años de formación, comprendiendo que también quería estudiar en SENATI, haciéndose especialista en Electricidad Industrial.
“Cuando Alexis me veía trabajar con cariño y respeto hacia lo que hacía, comenzó a interesarse. Un día, sin decir mucho, me dijo: ‘Abuelo, quiero estudiar lo mismo que tú’”, recuerda Julián, aún emocionado. Lo que siguió fue una relación profesional marcada por la colaboración y el aprendizaje mutuo.
Uno de sus proyectos conjuntos consistió en modernizar una autoclave para residuos hospitalarios en el Hospital Virgen de Fátima en Chachapoyas. “Yo aprendí en otra época, cuando no existían los sensores ni las pantallas digitales. Pero juntos lo hicimos posible”, afirma.
Para nieto y abuelo, compartir la misma vocación ha fortalecido sus vínculos de confianza y admiración. “Nos entendemos mucho. Tenemos polos, gorras, hasta los autos llevan un sticker de SENATI, que nos recuerda de dónde venimos. No es solo una profesión, es parte de nuestra identidad”, señala Julián.
En el Día del Padre, historias como las de Francisco y Julián nos recuerdan que la formación técnica no solo es una oportunidad de crecimiento individual. En un país donde la educación aún es un pendiente para muchas familias, ellos han demostrado que la vocación y el conocimiento, cuando se heredan con convicción, se convierten en una posibilidad de progreso, que tal vez sea la herencia más valiosa que un padre y un abuelo pueden dejar.