Pese al tono conciliador, el mensaje de la UEFA revela una fractura profunda en la élite del fútbol mundial.
Lo que ocurrió en el Congreso de la FIFA no fue un simple retraso. Fue el símbolo de una pelea de poder. Gianni Infantino llegó con más de dos horas de demora tras pasearse por Arabia Saudita y Catar junto a Donald Trump, dejando plantadas a las delegaciones europeas. La UEFA, harta del desprecio, abandonó la sala como protesta. Y aunque este lunes difundió un comunicado con palabras suaves, nadie se traga el cuento: hay una guerra soterrada por el control del fútbol.
El texto de la UEFA habla de “episodio aislado” y de una “buena relación” con Infantino. Pero la herida está abierta. Ceferin, presidente de la UEFA, ha sido el principal opositor a los delirios de Infantino, como un Mundial cada dos años o su obsesión con convertir el torneo en una feria con 64 equipos.
El malestar europeo viene de tiempo atrás, pero el Congreso en Tailandia fue la gota que rebalsó el vaso. Que Infantino priorice intereses políticos –y personales– por encima del fútbol es algo que los europeos ya no están dispuestos a tolerar. El gesto de distensión no borra la tensión acumulada.
Mientras la FIFA se alista para el Mundial 2034 en Arabia Saudita y sigue tejiendo alianzas con regímenes autoritarios, la UEFA se prepara para dar batalla. La pelota sigue rodando, pero las grietas son cada vez más evidentes.