Por Gabriela Perona
El 20 de noviembre se conmemora el Día Mundial de la Infancia. Esta fecha busca recordarnos algo que parece evidente, pero que como sociedad no logramos garantizar, y es que todos los niños y niñas tienen derecho al desarrollo pleno, físico, mental y social.
Vivimos actualmente en un mundo convulso y en crisis constante. La guerra, la violencia, la desinformación y la crisis climática marcan escenarios de incertidumbre y dolor. En nuestro país, el escalamiento de la violencia ha invadido nuestros barrios, escuelas y hogares, y, en ese escenario, la infancia parece haber dejado de ser nuestra prioridad. Es precisamente en ese contexto que debemos preguntarnos: ‘¿Qué podemos hacer para ayudar a los niños y niñas a enfrentar este mundo que parece estar colapsando?’.
Marta Nussbaum, filósofa norteamericana, propuso una lista de 10 capacidades fundamentales para el desarrollo humano. El desarrollo de dichas capacidades, sostuvo, resulta fundamental para garantizar una vida humana digna. Es imprescindible, según señala, que estas sean promovidas y protegidas por las sociedades a fin de que puedan garantizar la libertad de todos.
Algunas de estas capacidades son, por ejemplo, la integridad física, que según menciona Nussbaum, se refiere al vivir en un entorno sin violencia ni abuso en tu vida. La capacidad de afiliación, por otro lado, nos habla de la posibilidad de formar relaciones sociales significativas, participar en comunidades y experimentar la pertenencia. La capacidad del juego, por su parte, es la posibilidad de tener actividades que fomenten la imaginación y el desarrollo de habilidades. Finalmente, está la capacidad de apreciar y participar en experiencias artísticas, culturales y estéticas.
En miras al desarrollo de la infancia, y consonancia con estas capacidades, se encuentran también las habilidades transferibles que propone UNICEF. Estas habilidades son las permiten que los niños y niñas aprendan con agilidad, se adapten con facilidad y, de esa manera, se conviertan en ciudadanos capaces de conducirse en los diversos contextos de su vida. ¿Estamos haciendo algo como sociedad para garantizar el logro de estas capacidades y habilidades para nuestra infancia?
Programas como Sinfonía por el Perú constituyen una apuesta por el desarrollo precisamente en este sentido. Se trata de formar estas capacidades y habilidades para que los niños y niñas incrementen su libertad: la libertad de vivir la vida que quieren y merecen vivir.
Sinfonía por el Perú ha demostrado que la formación colectiva de la música, en espacios seguros y en el marco de una intervención integral orientada al desarrollo social, es capaz de promover habilidades transferibles como la creatividad, la mejora del autoconcepto, la cooperación, la resiliencia, reducir la agresividad y prevenir el abuso para garantizar espacios libres de violencia.
En Sinfonía por el Perú, la música es el centro de una intervención integral que conecta al individuo, la familia y la comunidad. A través del involucramiento activo de las familias, buscamos potenciar hogares seguros y felices. Las presentaciones, conciertos y proyectos comunitarios artísticos buscan involucrar a los jóvenes en sus entornos y comunidades. De esta manera, la música es promovida en nuestras aulas como una fuerza emotiva que empodera a los jóvenes, genera confianza, sentido de pertenencia y cohesión social.
En tiempos como estos, es imprescindible que la infancia vuelva a ser el centro de nuestra atención. Para ello, la inversión en las artes y, particularmente, en la música como parte de una formación integral resulta una oportunidad que no debemos desaprovechar si buscamos generar capacidades y habilidades para enfrentar un mundo en colapso. Esta tarea es fundamental para asegurar que nuestros niños y niñas puedan ejercer plenamente sus libertades y, sobre todo, puedan transformar la realidad que estamos heredándoles en un mundo mejor.