El fin de los estudios medios es para muchas adolescentes y jóvenes de América Latina un tránsito lleno de frustraciones por las limitadas oportunidades para continuar su formación y posterior inserción al mercado laboral en condiciones decentes. En la foto, adolescentes peruanas en una actividad festiva en el municipio populoso del Rímac, dentro de la capital de Perú. Imagen: Mariela Jara / IPS
LIMA (Por Mariela Jara – IPS) La pandemia y la maternidad expulsaron a Miriam Chávez del mercado laboral, al que no ha logrado volver. A sus 26 años, conforma el grupo de más de 13 millones de mujeres jóvenes nini que en América Latina y el Caribe ni estudia ni trabaja.
“Mi hijito tiene seis años y me dedico a él y a atender mi casa mientras mi esposo sale a trabajar. He querido conseguir algún empleo, pero no tengo con quién dejar a mi niño”, declaró a IPS en su vivienda en el municipio popular del Rímac ubicado en la capital del Perú.
Chávez, quien proviene de una familia de pocos recursos a la que aportó económicamente desde los 13 años, es parte de las mujeres jóvenes del país sudamericano que pese a sus deseos no logra reinsertarse en la dinámica laboral. Y que, aun cuando destina casi todo su tiempo a trabajar en tareas de cuidado, no recibe ninguna remuneración.
“En 2022 casi el 21,0 % de jóvenes de 15 a 29 años no estaba inserto ni en el sistema educativo ni el mercado laboral de la región. La inactividad es significativamente más elevada entre las mujeres (26,6 %) que entre los hombres (15,5 %)”, dijo a IPS Francesco Carella, especialista regional en Migración Laboral y Empleo Juvenil de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
En declaraciones desde la sede regional de la OIT en Lima, y haciendo referencia al Panorama Laboral 2023 de América Latina y el Caribe, sostuvo que la mayoría de esas jóvenes señala estar en inactividad principalmente debido a tareas domésticas y de cuidados.
“En 2022 casi 21,0 % de jóvenes de 15 a 29 años no estaba inserto ni en el sistema educativo ni el mercado laboral de la región. La inactividad es significativamente más elevada entre las mujeres”: Francesco Carella.
“Esta situación afecta negativamente la incorporación de habilidades y genera desventajas al momento de ingresar al mercado laboral”, enfatizó.
Explicó que esa realidad se refleja en los inicios de las trayectorias laborales por las mayores probabilidades de estar desempleados, de ser informales y tener alta rotación laboral, lo que en algunos casos deja cicatrices a lo largo de toda la vida activa.
Miriam Chávez con su pequeño hijo Mauro de seis años. La pandemia y la maternidad la expulsaron del mercado laboral peruano, al que no logra reinsertarse. Imagen: Cortesía de Miriam Chávez
Disminuye el desempleo pero crece la informalidad
El especialista regional de la OIT reveló que según el informe Perspectivas Sociales y del Empleo en el Mundo: Tendencias para 2024, publicado en enero, se espera una tendencia decreciente del desempleo y creciente de la informalidad.
En ese panorama, las mujeres, sobre todo jóvenes en situación de vulnerabilidad, seguirán enfrentando desafíos en su autonomía económica y en la lucha contra la pobreza.
“Aunque se registra una ligera mejora tras la pandemia con un aumento en la participación femenina en la fuerza laboral, persiste una brecha de género de 24 % en la región, reflejando una división profunda y arraigada en la distribución del trabajo entre hombres y mujeres”, manifestó Carella.
Subrayó que se observa una clara disparidad en la participación laboral, con tasas de ocupación y presencia notoriamente más bajas entre las mujeres respecto a los hombres.
Carella compartió cifras de esa realidad: en el segundo trimestre de 2023, la tasa de participación laboral de las mujeres en la región fue de 51 %, 23 puntos porcentuales inferior a la de los varones (74 %), mientras que la tasa de ocupación femenina se situó en 47 %, muy por debajo de la tasa masculina de 69,6 %.
A ello se suma la informalidad “que afecta a siete de cada diez jóvenes en la región, que no solo impacta en la calidad del empleo joven, sino también posterga el comienzo de sus cotizaciones a la seguridad social”.
Francesco Carella, especialista regional de la Oficina de la OIT para América Latina y el Caribe, en su sede de Lima. «La informalidad afecta a siete de cada diez jóvenes en la región», resalta, y las mujeres son más golpeadas debido a la desigualdad de género. Imagen: OIT
Miriam Chávez recordó que desde adolescente desempeñó diversos trabajos para contribuir a la economía de su familia, con su madre como cabeza.
“Tengo 13 años trabajando y no sé lo que es un seguro de salud o un fondo de pensión, no quiero ni imaginar cómo será en el futuro cuando sea una persona mayor. Mi esposo es bueno, pero no quiero seguir dependiendo económicamente”, explicó.
De los 33 millones de habitantes d Perú, 23 % es joven y suma casi ocho millones según el oficial Instituto Nacional de Estadística e Informática. De esa cantidad, 18% ni estudia ni trabaja. El rostro de esa población es mayoritariamente femenino y urbano: una de cada cuatro mujeres de las ciudades se encuentra en situación de nini.
El 2023 se informó oficialmente que cerca de 30 % de la población peruana sufría de pobreza monetaria, siendo más afectada la rural (41 %) respecto de la urbana (24 %). Las mujeres se encontraban en porcentaje ligeramente mayor (27,8 %) que los hombres (27,2 %).
El rostro de la población joven que no estudia ni trabaja en Perú y otros países latinoamericanos es mayoritariamente femenino y urbano: una de cada cuatro mujeres de las ciudades se encuentra en situación de nini. En la imagen, «Noelia» lamenta que su país no garantice oportunidades a este sector. Imagen: Mariela Jara / IPS
No son suficientes los estudios
Sucesivos informes de la OIT evidencian, refirió Carella, la persistencia de mayores dificultades para los jóvenes, especialmente mujeres, en el acceso y calidad de los puestos de trabajo a pesar del aumento en su nivel educativo promedio.
“En la región a principios de los 2000, 40 % de jóvenes entre 15 y 24 años tenía 10 o más años de educación, en 2021 esa proporción se incrementó a 63%”, citó.
Reflexionó que “existe una falta de oportunidades laborales para quienes tienen niveles educativos medios quizá porque no estarían adquiriendo las habilidades necesarias para insertarse exitosamente en el mercado laboral”.
Noelia, una joven peruana de 23 años y que prefiere no dar su nombre real, evidencia con su testimonio aspectos de cómo la salud mental influye en la inactividad de una población con tanto potencial.
“Después del colegio (educación secundaria) empecé a estudiar diseño gráfico en un instituto, pero lo dejé, no era lo que esperaba y me puse a trabajar. Renuncié a mi primer empleo en un casino en línea porque la presión era muy fuerte, me llegué a enfermar”, narró.
Confió a IPS que “ingresé después a un call center (centro de atención al cliente) y la alta demanda de los clientes, que muchas veces tenían malos tratos, me afectó tanto que terminé con un cuadro de ansiedad y depresión”.
En diálogo en su vivienda en el municipio de clase media San Miguel, relató que en sus dos empleos se dio cuenta de la cantidad de problemas de salud mental que, como en su caso, interferían con el desempeño de muchas de sus compañeras.
“Algunas tenían ataques de pánico, se quedaban paralizadas, otras no podían controlar las lágrimas, o, sino, tenían brotes de rosácea, alergias que les cortaba la respiración. Cuando lo hemos hablado, lo que teníamos en común era una ansiedad que prácticamente nos incapacitaba”, afirmó.
Las dos jóvenes entrevistadas por IPS transmiten un claro desaliento por la frustración de no poder ser mujeres autónomas y realizadas.
“La situación en Perú no favorece oportunidades a muchas adolescentes que ya saben qué carrera seguir, y menos toma en cuenta la importancia de la salud mental y emocional en el desarrollo personal, pese a que la pandemia nos desgarró tanto”, puntualizó Noelia.
Por su parte Miriam Chávez dijo que la esperanza no la pierde. “Dentro de tres años dejaré de ser oficialmente joven, no quisiera que esos años hayan pasado sin dejarme alguna puerta abierta por poder iniciar mi negocio propio”, dijo.
Para Carella, el especialista regional de la OIT, las políticas para favorecer la inserción laboral juvenil requieren mejorar la vinculación entre la demanda laboral y el crecimiento económico, y la demanda de empleos acordes a los mayores niveles educativos alcanzados. Y potenciar la oferta con la formación orientada al empleo.
El Banco Mundial proyectó para la región un bajo crecimiento de 1,6 % en el producto interno bruto de este año, lo que incrementa los retos para los Estados n materia de empleo, más para los jóvenes y en especial las mujeres
“Como señalan los estudios de OIT, el empleo juvenil continúa siendo un desafío relevante para las políticas e instituciones del trabajo, como también para otras políticas económicas y sociales, en la medida que las brechas de inclusión y posibilidades de construcción de trayectorias de trabajo decente son insuficientes y desiguales, afectando particularmente a ciertos grupos poblacionales”, puntualizó Carella.