De acuerdo con una encuesta de Ipsos, el 52% de los peruanos indica que la inseguridad ciudadana es su principal preocupación; mientras que el porcentaje de la población mundial desciende al 31%.
Esto no solo impulsa una mayor inversión en seguridad privada, sino también una creciente demanda de profesionales especializados en gestión de riesgos y seguridad empresarial, un área que ha crecido cerca de un 35 % en los últimos cinco años”, comentó Milagros Torres, subdirectora académica de la Facultad de Negocios de Zegel.
La inseguridad ciudadana en el Perú sigue siendo un tema de alta preocupación para los ciudadanos, con un incremento sostenido en delitos como robos, extorsiones y sicariato. Frente a esta realidad, tanto los hogares como las empresas han optado por fortalecer sus medidas de seguridad. Según datos del Instituto Peruano de Economía (IPE), la inversión en cámaras de vigilancia y sistemas de alarma ha registrado un crecimiento significativo en la última década.
Por otro lado, el IPE, señaló que la tenencia de cámaras de seguridad entre 2014 y 2023 se ha triplicado, y vamos a ver cómo el porcentaje de sistemas con alarma también ha mostrado un comportamiento similar. Esta tendencia evidencia la respuesta ciudadana ante la creciente incidencia de delitos, que se ha cuadruplicado en los últimos cinco años.
En el ámbito empresarial, el gasto en medidas de seguridad ha experimentado un aumento significativo. En 2014, las empresas destinaban cerca de S/ 6,000 millones a seguridad, cifra que para 2022 ya alcanzaba los S/ 11,000 millones, antes de que el problema escalara aún más. Para 2024, se proyecta que esta cifra siga en ascenso, reflejando el impacto directo de la inseguridad en las economías empresariales.
Por otro lado, los expertos señalan que los fenómenos como el “gota a gota”, donde pequeñas amenazas generan un impacto psicológico masivo, están vinculados con economías ilegales.
En el ámbito comunitario, los cambios también son notables. Hace una década, las juntas vecinales y los vigilantes de cuadra eran las principales medidas de seguridad; hoy, los sistemas de alarma comunitaria se han consolidado como una de las estrategias más empleadas.
A medida que la inversión en seguridad sigue en aumento, queda claro que la inseguridad ciudadana no solo afecta la calidad de vida, sino que también transforma los hábitos de gasto y las prioridades tanto de los ciudadanos como de las empresas. Tal como concluye Torres, “la seguridad ha dejado de ser un gasto secundario para convertirse en una necesidad prioritaria, redefiniendo la manera en que los peruanos gestionamos nuestros entornos”.