Las salas de curiosidades que alguna vez fueron puertas de entrada a lo desconocido ahora se reinventan como espacios de exploración y conocimiento, donde cada elemento revela un fragmento del mundo del artista.
Inspirados en el término alemán Wunderkammer, empleado para referirse a una colección de objetos a modo de gabinete de maravillas o curiosidades, los artistas Carlos Atoche, peruano radicado en Italia, Camila Figallo, Jhoel Mamani y Hugo Salazar Chuquimango, expondrán sus cuadros en Roma. La muestra de pinturas se presenta hasta el 12 de octubre en estudio Quipu, espacio y laboratorio cultural, ubicado en Roma.
En “Wunderkammer” cada uno de los cuatro artistas adopta uno de los elementos primordiales: fuego, aire, agua y tierra. A través de su práctica, exploran cómo estos elementos, en su interacción alquímica, no solo generan formas y símbolos, sino que también crean un lenguaje visual y conceptual. Es en este proceso donde, actuando como alquimistas modernos, extraen mensajes de sus obras, moldeándolos de acuerdo a sus propios discursos y contextos personales.
“Los artistas expuestos, inspirados en el concepto de salas de las maravillas, esconden símbolos y todo tipo de «curiosidades» en sus obras, fusionando la sabiduría ancestral del Perú con la herencia europea y su propio imaginario. Otro punto de contacto entre los cuatro es el uso de la pintura figurativa como representación de una dimensión universal y ahistórica. Y luego lo fantástico, lo irracional, lo maravilloso, lo enigmático y lo onírico”, afirma Simona Pandolfi, en el texto curatorial de la muestra.
Sobre las obras
En las pinturas de Hugo Salazar Chuquimango emerge la influencia de la dimensión onírica. Figuras humanas -muchas veces desnudas y con una fuerte carga erótica-, pájaros, peces y calaveras resurgen del inconsciente como un mundo primordial generado más allá de lo visible o como una simple pieza de la imaginación del artista. Es una pintura clarividente que revela símbolos y códigos antiguos.
La influencia del lenguaje surrealista se puede identificar en las obras de Jhoel Mamani, donde encontramos escenarios irreales, símbolos oníricos y elementos alquímicos. Es un mundo atemporal poblado por misteriosas figuras femeninas zoomorfas y animales antropomorfos, por bosques frondosos y paisajes suspendidos de ciudades petrificadas.
Carlos Atoche, sin embargo, reelabora las mitologías andinas en escenarios submarinos, en una especie de arqueología redescubierta: antiguos guerreros, monstruos marinos, peces multicolores y divinidades pre incas se insertan en las superficies de los lienzos en diálogo con elementos provenientes del arte clásico, de las antiguas culturas sudamericanas y de los maestros del arte italiano.
En las obras de Camila Figallo se desentierran obsesivamente miedos, deseos, conflictos, autocensura e impulsos que se manifiestan en la compleja relación entre depredador y presa. La artista suele situar a los personajes, casi siempre femeninos, dentro de ambientes domésticos sobrecargados o dentro de paisajes salvajes habitados por fauna belicosa. El espíritu «primitivo» y los símbolos alquímicos fusionados con diferentes culturas, sobre todo la ancestral del Perú, transportan mensajes entre objetos y animales.