Por Antero Flores-Araoz
A las tortugas debe expulsárseles de la actividad política y para ello la voz en altos decibeles debe ser “Fuera las tortugas”.
Seguramente los respetables lectores de esta columna, se preguntarán con absoluta razón si soy odiador de tortugas y “qué me han hecho para que les tenga ojeriza”. La respuesta es muy sencilla, no tengo nada contra las tortugas, más aún tengo una ya bastante grande en el jardín de mi casa y todos los días le pongo su alimento.
Más aún, alguna vez que unos periodistas me entrevistaron en mi vivienda hacen ya varios años, me preguntaron el nombre de la tortuga y al instante les respondí que su nombre era “Justicia”.
Repreguntaron la razón de dicho nombre y les contesté con inmediatez que no es un don de la Justicia, que su nombre se debía a que la Justicia es lenta e impredecible.
Bueno pues al tema. La presente columna se origina en un WhatsApp que me llegó al teléfono celular, y seguramente también a muchas personas, en que se reproducía una imagen en que había una tortuga encima de un tronco de árbol. Debajo de la imagen estaba la siguiente leyenda: “Algunos políticos son como una tortuga en un poste. No puedes creer que esté ahí. No entiendes como ha llegado ahí” Sabes que no ha podido subir solita ahí. Sabes que no debería estar ahí. Sabes que no va a hacer nada útil mientras está ahí. Y sabes que lo único sensato es ayudarla a bajar de ahí”
Como moraleja, el fraseo termina con el siguiente texto: “En las próximas elecciones hagamos lo más sensato, que ningún animal inútil suba al poste”.
Soy consciente que el último texto puede ser incómodo y afectar la sensibilidad de algunas personas que actúan en política o pretender incursionar en ella, cualesquiera sean sus niveles, como pueden ser gobierno nacional, gobiernos regionales o locales o incluso el Congreso de la República.
Bueno pues, no es la intención del autor de este artículo incordiar a nadie, pero si hacer pensar a los apreciados lectores, que en próximas elecciones o contiendas electorales hay que votar bien, es decir que no sea por simple simpatía del escogido o escogidos, que no sea por la sonrisa fácil de ellos, como tampoco por propuestas electorales utópicas o desacertadas, que por populistas solo pongan en peligro al erario nacional.
Hay que elegir, poniendo el voto, por personas intelectualmente solventes, con hoja de vida impecable, con experiencia, sin antecedentes judiciales o policiales negativos pero sobre todo decentes, honestos y honorables. La hoja de vida de los candidatos la encontrarán en el portal electrónico de las autoridades electorales. Revísenlo para que después no se arrepientan.
Nadie se sienta en la curul parlamentaria como la tortuga en el tronco. Para estar en la curul requiere ser elegido y ello es de responsabilidad del elector, cuyos errores en el sufragio pueden causar muchísimo perjuicio al país, dolor a sus habitantes y hasta furia de quienes hicieron bien su tarea eleccionaria. Lo mismo es aplicable para la fórmula presidencial, gobernadores y alcaldes.

Las tortugas de la política
por El Noticiero