En una zona rural de Uganda, una madre acuesta a su hijo de un año dentro de un mosquitero, para protegerlo de mosquitos que transmiten la malaria. La Organización Mundial de la Salud advierte que con el cambio climático se favorece la proliferación de los insectos transmisores y se agrega un riesgo a la lucha contra el paludismo. Imagen: María Wamala / Unicef
GINEBRA (Por Corresponsal de IPS) El cambio climático y sus impactos, particularmente el clima extremo y las olas de calor, plantean “un riesgo sustancial” para la lucha contra la malaria, advirtió la Organización Mundial de la Salud (OMS) en coincidencia con el inicio de la cumbre climática de las Naciones Unidas en Dubái, Emiratos Árabes Unidos.
Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, dijo al presentar el Informe Mundial sobre la Malaria 2023 en esta ciudad suiza que “el clima cambiante plantea un riesgo sustancial para el progreso contra la malaria, particularmente en las regiones vulnerables”.
“Ahora más que nunca se necesitan respuestas sostenibles y resilientes a la malaria, junto con acciones urgentes para frenar el ritmo del calentamiento global y reducir sus efectos”, añadió Tedros
El documento de la agencia de salud de la ONU indicó que a pesar de que se amplía el acceso a la prevención de la malaria, más personas están cayendo víctimas de la enfermedad, también conocida como paludismo.
La OMS documentó 249 millones de casos en 2022, un incremento de dos millones con respecto a 2021, y superando el nivel previo a la pandemia covid-19, que también interfirió en la lucha contra el flagelo, cuando era de 233 millones.
Junto con las alteraciones en servicios de salud pública inducidas por la covid, el auge de la malaria se atribuye a las crisis humanitarias, la resistencia a los medicamentos y los insecticidas, y los impactos del calentamiento global.
El vínculo entre el cambio climático y la malaria está dado por cambios de comportamiento y mayores tasas de supervivencia del mosquito Anopheles –cuya picadura inocula el parásito que causa la enfermedad-, debido al aumento de la temperatura, la humedad y las precipitaciones.
Los fenómenos meteorológicos extremos, como las olas de calor y las inundaciones, también pueden afectar directamente la transmisión y la carga de morbilidad.
Por ejemplo, las catastróficas inundaciones de 2022 en Pakistán provocaron que los casos de malaria se quintuplicaran en ese país: 2,6 millones de casos el año pasado frente a 500 000 en 2021.
También se observaron aumentos significativos en Etiopía, Nigeria, Papúa Nueva Guinea y Uganda.
El continente americano registró 550 000 nuevos casos en 2022, cifra 64 % menor que a comienzos de siglo. En América Latina y el Caribe las mayores cifras correspondieron a Venezuela, con 154 000 casos (205 000 en 2021), Brasil, con 129 000 y Colombia, con 70 000.
Hubo incrementos en Costa Rica, Bolivia, Guyana, Haití, Honduras, Nicaragua y Panamá. Haití fue el país más afectado por el incremento, con 17 272 nuevos casos, seguido de Panamá con 4826 y Nicaragua con 3683.
Se indicó que 343 personas murieron a causa de la malaria, una caída de 60 % respecto del año 2000. Los casos contabilizados en América Latina supusieron tan solo 0,2 % de los contagios mundiales reportados en 2022.
Belice se convirtió este año en el cuarto país de la región en ser certificado como libre de malaria por la OMS. Se suma así a El Salvador, Argentina y Paraguay, a los que se les reconoció ese hito en 2021, 2019 y 2018 respectivamente.
La OMS subrayó que la variabilidad climática puede tener efectos indirectos en las tendencias de la malaria, debido a factores como el acceso reducido a servicios esenciales y las interrupciones en la cadena de suministro de mosquiteros, medicamentos y vacunas tratados con insecticidas.
El desplazamiento de población relacionado con el cambio climático también puede provocar un aumento de los casos de malaria a medida que las personas sin inmunidad migran a zonas endémicas.
El informe también plantea reconocer que hay otras amenazas distintas a las específicas del cambio climático.
“Debemos enfrentar desafíos como el acceso limitado a la atención médica, los conflictos y emergencias en curso, los efectos persistentes de la covid-19, la financiación inadecuada y la implementación desigual de nuestras intervenciones contra la malaria”, dijo Matshidiso Moeti, directora regional de la OMS para África.
Moeti agregó que “para avanzar hacia un futuro libre de malaria, necesitamos un esfuerzo concertado para abordar estas diversas amenazas que fomente la innovación, la movilización de recursos y las estrategias de colaboración”.
El informe también destacó logros, como la implementación gradual de la primera vacuna contra la malaria recomendada por la OMS, conocida como la RTS,S/AS01, en tres países africanos.
Una evaluación rigurosa ha mostrado una reducción sustancial de la malaria grave y una caída de 13 % en las muertes en la primera infancia en las zonas donde se ha administrado la vacuna en comparación con aquellas donde no se ha administrado.
Además, el pasado octubre se aprobó una segunda vacuna contra la malaria, segura y eficaz, R21/Matrix-M, que se espera que aumente el suministro y permita el despliegue de vacunas a gran escala en África, donde se concentran la mayoría de los casos.
La OMS sostiene la necesidad de “un giro sustancial” en la lucha contra la malaria, con más recursos, un mayor compromiso político, estrategias basadas en datos, e innovación centrada en el desarrollo de productos más eficientes, eficaces y asequibles.
“La amenaza adicional del cambio climático exige respuestas sostenibles y resilientes a la malaria y la participación de toda la sociedad es crucial para construir enfoques integrados”, asentó el informe.