Aunque el acceso a internet en zonas rurales se ha multiplicado en la última década, las brechas de velocidad, tecnología y calidad limitan el impacto real.
En los últimos años, el Perú ha dado pasos importantes para cerrar la brecha digital que separa a las zonas urbanas del país de las comunidades rurales más alejadas. Sin embargo, los desafíos persisten. Según datos oficiales del OSIPTEL, al cierre del 2022, el 76,6% de los hogares rurales contaban con algún tipo de acceso a Internet, frente a más del 91% en zonas urbanas. Hace solo diez años, la cifra rural no supera el 2%.
Este crecimiento ha sido impulsado principalmente por el despliegue de redes móviles 3G y 4G, así como por iniciativas público-privadas que llevan conectividad a localidades donde no existía ningún tipo de acceso digital. Sin embargo, la velocidad de conexión en zonas rurales es aún tres veces menor que en áreas urbanas (21 Mbps vs. 64 Mbps en promedio), y la cobertura de redes de alta capacidad, como la fibra óptica, sigue siendo limitada fuera de las capitales de provincia.
Más de 3 millones de peruanos aún están fuera del ecosistema digital por falta de acceso a internet móvil, que es hoy la principal vía de conectividad en zonas rurales a través de tecnologías 3G y 4G. Sin embargo, para el acceso a internet fijo, la situación es aún más crítica. Las estadísticas oficiales muestran que la penetración del servicio fijo en zonas rurales es mínima, debido a las limitaciones en infraestructura, altos costos de instalación y baja rentabilidad para las empresas operadoras.
Expertos advierten que esta brecha es mucho más profunda y requiere de una intervención coordinada entre el Estado y las empresas privadas para el despliegue de tecnologías de mayor capacidad, como la fibra óptica o soluciones satelitales de última generación. Solo con una estrategia conjunta y sostenida será posible reducir las desigualdades digitales y asegurar un acceso equitativo a servicios esenciales como educación, salud y desarrollo económico en el ámbito rural.
Además, aproximadamente un 8% de la población total del país –principalmente en la selva y sierra– aún no cuenta con acceso a ninguna red de internet móvil, y otro 12% se conecta únicamente mediante servicios básicos (2G), lo que limita la posibilidad de acceder a plataformas educativas, de salud o desarrollo económico.
La falta de conectividad incide directamente en la desigualdad educativa y productiva. De acuerdo con el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC), gracias a los 21 Proyectos Regionales de Banda Ancha, más de 7,000 escuelas y 3,700 centros de salud rurales recibirán internet de alta capacidad. Estos proyectos también contemplan la instalación de zonas WiFi públicas en plazas de pueblos y la conexión de comisarías y municipios.
El impacto es significativo. Según datos del BID, la implementación sostenida de conectividad en escuelas rurales ha contribuido a aumentar en 20% la retención escolar y ha mejorado el rendimiento académico. En salud, la posibilidad de acceder a telesalud y a sistemas de referencia digitalizados mejora la atención en zonas remotas. Asimismo, los agricultores y emprendedores rurales que acceden a internet pueden comercializar productos, capacitarse y acceder a servicios financieros digitales.
El Estado ha priorizado el cierre de la brecha digital rural como parte de su política de inclusión social y desarrollo territorial. Entre 2024 y 2025, el MTC proyecta conectar 4,600 escuelas y 476 centros de salud adicionales con apoyo del BID y el Banco Mundial. También se implementarán más de 3,700 plazas WiFi en la Amazonía, beneficiando a más de 900 mil ciudadanos.
Para Estrella Zaharia, Gerente general adjunta de Gilat Perú, el desafío está en ver la conectividad como un ecosistema. “No se trata solo de llevar internet a una localidad. Se trata de conectar escuelas, centros de salud, municipios y espacios comunitarios para transformar realidades. La conectividad es el habilitador que permite que la educación, la salud y la productividad florezcan en el territorio”.
La nueva agenda de conectividad busca no solo ampliar la cobertura, sino también mejorar la calidad del servicio en las zonas rurales. El reto será llevar tecnología de alta capacidad —como redes LTE avanzadas o satelital de nueva generación— a las localidades donde la fibra aún no llega, así como asegurar la sostenibilidad operativa y el uso real del servicio.
Con más de 3 millones de peruanos aún fuera del ecosistema digital, el cierre de la brecha rural es tanto un reto técnico como una urgencia social. La conectividad ya no es un lujo: es una condición básica para el desarrollo del país.