En plena crisis de legitimidad y con una ola de inseguridad desbordada, la presidenta responde con sarcasmo a su colapso en las encuestas. Hildebrandt la fulmina: «Ignorante de concurso, ridícula hasta la pena».
Mientras el país sufre una de las peores crisis de seguridad de las últimas décadas y su gobierno cae en el descrédito total, la presidenta Dina Boluarte decidió burlarse abiertamente de los peruanos. Durante la inauguración de una escuela bicentenario en Carabayllo, Boluarte ironizó sobre su desplome en las encuestas —que ya la ubican con 0% de aprobación— diciendo: “Qué bueno que me hayan puesto cero por ciento, porque eso es lo que les he dicho: pónganme cero cero y nos vamos a penales”.
No solo no mostró autocrítica alguna, sino que minimizó el clamor popular. “No trabajamos para aquellas encuestas que dicen que la presidenta tiene una aprobación de cero por ciento”, aseguró frente a un público desconcertado, en un momento en que la legitimidad de su gobierno está por los suelos.
En las redes sociales, las reacciones fueron inmediatas: miles de usuarios expresaron su indignación por el tono burlón de una mandataria cada vez más alejada de la realidad del país. Para muchos, la frase no fue una muestra de entereza, sino una bofetada a una ciudadanía que clama por respuestas ante la inseguridad, la pobreza y la corrupción.
El periodista César Hildebrandt, en su más reciente columna, fue contundente: “Dina Boluarte es ignorante de concurso, ridícula hasta la pena”. En su artículo El feminismo y la señora Boluarte, el veterano periodista critica que la primera mujer presidenta del Perú represente una caricatura de los estereotipos machistas. “Es una traición andante, oportunista y sin principios. Parece sacada de un vals melancólico por lo traicionera, y tan ambiciosa que hace que Porky parezca un monje budista”, escribió.
Boluarte no solo ha desfigurado el discurso feminista para blindar su poder; también ha profundizado la desconfianza ciudadana en las instituciones. En vez de liderar con responsabilidad, opta por el sarcasmo, confirmando que su desconexión con el pueblo es absoluta.