Por Antero Flores-Araoz
A pocos días de conmemorarse el deceso de Alan García, fui convocado para escribir estas líneas en su homenaje y, lo hago con sumo agrado en el recuerdo de dos de sus grandes virtudes.
La primera que supo rectificar y quiso pasar a la Historia como un gran Presidente y, vaya si lo logró, pues quedarán por siempre en los anales de la patria un excelente segundo gobierno, con gran desarrollo pese a la crisis mundial de los años 2007 al 2009, reducción de la pobreza y pobreza extrema, aumento de la clase media y del bienestar, reducción del desempleo y fomento a las inversiones. Evidentemente, dista mucho el segundo gobierno del primero y nos tiene que llevar a la reflexión, la importancia de la edad ya madura y experimentada para los altos cargos de la Nación en contraste con la juventud, empeñosa pero sin rumbo.
La segunda virtud es que no guardó rencores, llamando en su segundo gobierno a colaborar con el país, a varios de quienes en su primer mandato fueron opositores, por supuesto con diferente intensidad e incluso formas, aunque a veces con justificadas razones para la ácida crítica.
Alan García demostró ser un ser humano con sentido del honor y para él, como para cualquier persona que se ufane de dicha credencial, el ser detenido por la Policía, enmarrocado e incluso también enchalecado con leyenda de detenido, hubiese sido un deshonor.
Lo último de lo señalado lo sabían gil y mil, no era ningún secreto, por lo que hubo una confabulación, para mi criterio de calificativo criminal, para instigar a Alan García al suicidio, lo que constituye delito a tenor del artículo 113 del Código Penal. La confabulación fue entre algunos de sus detractores, algunos otros que lo veían como contendor en próximas elecciones que lo hubiesen podido hacerlo por tercera vez Presidente del Perú.
También se prestaron para tal concierto de voluntades nefastas, miembros del Ministerio Público y penosamente de algunos policías, como también a determinados periodistas o que fungen de serlo, a quienes se les dio información privilegiada sobre el allanamiento al domicilio del doctor García y su detención. Sabían que Alan no pondría su honor en juego, por lo que sus acciones eran sin duda alguna y como repetimos, instigación al suicidio.
Pero García también fue traicionado, ya que personas que se hacían pasar como sus amigos, en la realidad eran traidores, incluso algunos viajaron hasta Uruguay a arrodillarse ante sus gobernantes para que retiraran el refugio que se habían comprometido a otorgarle, como asilo político al expresidente, asilo que el Perú tenía que aceptar por mandato del artículo 36 de nuestra Constitución. Los esfuerzos hechos por el embajador José Luis Pérez Sánchez-Cerro, secundado por otras personas para conseguir el asilo, se fueron al tacho por la pérfida insidia y felonía de los desleales innombrables.
Como están las cosas en nuestro Perú, no se puede esperar justicia humana, pero para quienes somos creyentes sabemos que habrá justicia divina.