Mujer cocina en la comunidad indígena El Kipur, estado de Sonora, México. En América Latina la pobreza incide más en las comunidades rurales e indígenas, y sobre las mujeres, quienes soportan una mayor carga en los trabajos domésticos y de cuidado. Imagen: Fernando Rosales / INPI
SANTIAGO (Por Corresponsal de IPS) La pobreza en la región disminuyó levemente en 2022, pero pesa todavía sobre 181 millones de personas, y 70 millones padecen hambre en un panorama de desigualdad, indicó un informe presentado este jueves 23 por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
El secretario ejecutivo del organismo, José Manuel Salazar-Xirinachs dijo al presentar el informe que “en total, casi un tercio de la población de la región vive en situación de pobreza, porcentaje que se eleva a 42,5 % en el caso de la población infantil y adolescente, una realidad que no podemos tolerar”.
“La incidencia de la pobreza también es más alta entre las mujeres, la población indígena y las personas que viven en zonas rurales”, señaló Salazare-Xirinachs, de modo que “no tenemos razones para celebrar”.
“Casi un tercio de la población de la región vive en situación de pobreza, 42,5 % en el caso de la población infantil y adolescente, una realidad que no podemos tolerar. La pobreza también es más alta entre las mujeres, la población indígena y las personas que viven en zonas rurales. No tenemos razones para celebrar”: José Manuel Salazar-Xirinachs.
El informe “Panorama Social de América Latina y el Caribe 2023” señaló que en 2022, el porcentaje de personas en situación de pobreza bajó a 29 % de la población de América Latina (181 millones de personas), 1,2 puntos porcentuales menos que antes del inicio de la pandemia covid-19.
La pobreza extrema disminuyó a 11,2 % de la población de la región (70 millones de personas), manteniéndose en niveles similares a 2019.
El documento advierte que la tasa de crecimiento del producto interno bruto (PIB) esperada para 2023, de 1,7 %, es “significativamente inferior” al 3,8 % registrado en 2022 y podría llegar incluso a 1,5 % en 2024, lo cual “no permite prever nuevas mejoras en materia de pobreza”.
Salazar-Xirinachs matizó sin embargo al advertir que hace un año la previsión era de habría una pobreza de 201 millones de personas (32,1 % de la población) en 2023, lo que significa que hay 20 millones menos de lo previsto.
En cuanto a pobreza extrema, personas que no cuentan con ingresos suficientes para adquirir una canasta básica de alimentos, los 70 millones actuales (11,2 %) también son menos que los previstos 82 millones (13 %), apuntó el responsable.
Por otra parte, la creación de empleo entre 2014 y 2023 ha sido la más baja desde la década de 1950. En 2020, durante la pandemia, la creación de empleo disminuyó 8,2 %, siendo la única caída registrada en los últimos 70 años.
Del universo de 292 millones de personas ocupadas en la región, uno de cada dos se encuentra en empleos informales, cerca de un quinto vive en situación de pobreza, cuatro de cada 10 posee ingresos laborales inferiores al salario mínimo, y la mitad no cotiza en los sistemas de pensiones, indica el estudio de la Cepal.
Se observa una mejora en algunas dimensiones de los mercados laborales, pero la región “vive una crisis en cámara lenta en materia de inclusión laboral”, entendida no solo como la inserción laboral sino también como las condiciones en que se accede al empleo en ese mercado.
Cepal sostiene que la inserción en el trabajo remunerado es fundamental, pero no suficiente para alcanzar la inclusión laboral. Se requieren trabajos productivos, bien remunerados y con acceso a la protección social, en particular para las mujeres y las personas jóvenes.
El año pasado 54,2 millones de hogares en la región (39 % del total) dependían exclusivamente del empleo informal. Más aún, la mayoría de las niñas y niños (menores de 15 años) y las personas de 65 años o más, viven en hogares completamente informales o mixtos (61,2 %).
Y si bien la desigualdad de ingresos disminuyó en 2022 hasta niveles inferiores a los registrados en 2019, sigue siendo muy elevada.
En América Latina, el decil de ingresos más altos (decil 10) percibe un ingreso que equivale a 21 veces el del decil de ingresos menores (decil 1). En 2021, la riqueza de solo 105 personas representó casi nueve por ciento del PIB regional.
El informe también da cuenta de la persistencia de las históricas brechas de género en los mercados laborales.
Mientras la tasa de participación laboral de los hombres fue de 74,5 % en 2022, la de las mujeres alcanzó solo 51,9 % (una brecha de 22,6 puntos porcentuales). Las mujeres tienen, además, mayores tasas de desocupación (8,6 % en comparación con 5,8 % de los hombres).
La principal barrera para la inclusión laboral de las mujeres es la carga de trabajo de cuidados: la tasa de participación de las mujeres en hogares con niñas y niños (61,6 %) es inferior a la de los hogares sin ellos (73,5 %).
El trabajo doméstico, subraya el informe, representa una de las principales fuentes laborales para las mujeres de América Latina, pero el ingreso promedio que perciben las trabajadoras domésticas es la mitad del que perciben en promedio las mujeres ocupadas.
De igual forma, indica que las personas migrantes han aumentado su presencia en los mercados de trabajo de la región, contribuyendo con ello a la economía y sociedad de los países de destino.
No obstante, tienden a experimentar mayores dificultades para la inclusión laboral, por sus condiciones laborales más precarias e inestables, que se agravan por las condiciones de irregularidad.
Finalmente, el informe señala que el gasto social del gobierno central aumentó como respuesta a la pandemia, alcanzando un máximo en 2020, pero se viene reduciendo desde entonces.
Salazar-Xirinachs dijo que “la región sigue sumida en una doble trampa estructural, de bajo crecimiento y altos niveles de pobreza y desigualdad”.
Los países “deben transitar desde la inserción laboral a la inclusión laboral, eje del desarrollo social inclusivo. Pero la inclusión laboral requiere un crecimiento económico alto y sostenido. No es posible crear un mejor futuro del trabajo sin crear un mejor futuro de la producción, y viceversa”, concluyó.