Por Antero Flores-Araoz
Con seguridad algunos de los apreciados lectores de esta pequeña columna se preguntará la razón por la cual para referirnos a las noticias positivas las denominamos simplemente “buenas” y, cuando aludimos a las negativas utilizamos el superlativo “pésimas”. La respuesta es simple, las noticias que por lo general nos muestran los medios de expresión, con muy contadas excepciones, no son malas sino malísimas.
Cuando uno “zapeando” en la televisión no encuentra algún programa o serie de su predilección y recala en algún noticiero, ya no sabe si son noticias las que están relatando o nos encontramos ante una hemorragia colectiva pues todo es sangre.
Nos llaman a espectar la llegada tardía de la Policía tras el asesinato a mansalva del bodeguero a quien vemos tirado en la puerta de la bodega perforado por innumerables balazos. Si se produce un accidente de tránsito, no querido por cierto, la noticia no es que se requieren más anuncios sobre la velocidad máxima, sino que la imprudencia del conductor hizo que fallecieran siete pasajeros y resultasen lesionados otros tantos, filmándolos a los fallecidos tirados en la vía de comunicación sin ningún respeto y consideración.
En el caso del derrumbe intencionado de una torre de transmisión eléctrica, la noticia es ¿qué raro, habían otras y no fueron tocadas? Lo que indirectamente es una invitación para que se produzcan otros hechos similares y, claro que se producen a la vuelta de la esquina.
Si hubo un robo de un teléfono celular, aunque hay miles cada día, la noticia es que para robar el celular le dieron al dueño un sófero golpe en la cabeza por lo que tuvieron que llevarlo a la “Asistencia Pública”, como si se pudiese contar con ella, ya que es sabido que una de las peores dolencias no son las enfermedades sino la falta de atención adecuada y oportuna.
Cuando la Policía detiene a quien consideran delincuente y hay que iniciar el proceso investigatorio o indagatorio, olvidando la presunción de inocencia sacan al detenido con un chaleco que dice “detenido” y por supuesto enmarrocado. Ésa imagen perseguirá al afectado de por vida, así fuese inocente y como la información de la detención alcanza varios minutos radiales y televisivos y muchas líneas y fotos en los medios escritos, cuando la persona afectada es puesta en libertad por su inocencia, nadie se enteró y si por algún milagro algún medio lo informa, ello será en tamaño “aviso económico”.
Pese a todas las malas noticias con las que nos perturban la tranquilidad, también hay de las buenas, pero parecería que como no dan “rating”, simplemente no se comunican. Pocos anuncian que el paro de los transportistas gracias a Dios fue un fracaso, incluso seguramente pocos anunciarán que, si por milagro el Perú en poco tiempo tiene una calificación aceptable en la prueba Pisa, habría que aplaudirlo.
Si el Señor de los Milagros tuvo un recorrido multitudinario, quizás ello no sea noticiado, pero si en la procesión asaltaron a una anciana del “Canevaro”, probablemente deje de lado cualquier otra información y sea primera plana. No pedimos que no se informen las malas noticias, pero hay que también matizarlas con las buenas, que como sabemos las hay, no es conveniente siempre imitar al famoso “Don Pésimo”.